Seguía
triste y nervioso, a punto de perder contacto con el mundo en cada
nuevo desvarío, siempre luchando contra eso mismo, poniéndome
obligaciones y maldiciéndome. Por cada paso hacia arriba dos plomos
en mi bolsillo.
Incapaz
de hacer nada, de pensar en otra cosa que en tí y en lo peor de mí.
No era pensar, era ser atropellado por delirios en bucle.
Estaba a
punto.
-Oye
eres un sinvergüenza, y un vago, un narcisista, un mierda, no paras
de compadecerte, eres mala persona y eres incapaz de hacer nada
provechoso.
-¿Y
qué quieres que haga?
-Cosas.
Apuntarte al gimnasio, montar a caballo, medrar y socializar.
-De
verdad que me da pereza. Y además una pereza que me deprime y me
mantiene ocupado pensando en ella.
-Me
das asco.
-Yo
a mi también. Y tu a mi también, pero te aseguro: No lo hago con
mala intención, hace mucho que no me mueve la venganza ni la
envidia, tampoco la ambición.
-Pues
debería, un hombre interesante debe tener ambiciones y proyectos.
-De
acuerdo. Sí. Vale. Montaré a caballo, lo prometo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario