5.10.15

#GUERRA

Aquellos días eran rápidos y los horizontes quedaron reducidos a fotos en la cartera.
Estaba alistado forzosamente para la Gran Guerra. Jamás había luchado en ninguna, pero esta era diferente, porque no había generales ni lanzagranadas. Tampoco trincheras ni nada por el estilo. Los periodistas que aun quedaban vivos la llamaron Primera Guerra Virtual, o #Guerra.
Todo el mundo, todas las personas de este mundo estaban llamadas a escribir una gilipollez mensual en una red social creada por la liga de países superpoblados. Lo importante eran los seguidores, como siempre. Pero la violencia entraba en juego cuando no superabas un cierto número de gente interesada en ti, pues iban a buscarte y te cortaban la cabeza.


No participaba en la locura colectiva desde que tenía 25 años y publicaba canciones de rock y poemas de Bukowski en mi muro de Facebook, la primera plataforma social. Por aquel entonces ya era un desastre en conectar con otras personas, y seguía el camino de los grandes genios locos. Un camino intransitable y sin sentido alguno, sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que no era ningún genio, aunque estuviera como una regadera, muy fuera de juego.

Ahora yo tenía 45 años, y vivía solo en una buhardilla del peor barrio de Madrid. Malvivía entre empleos absurdos y botellas de ron. Ya no quería escribir, ni leer, ni acercarme a nada que pudiese ser llamado arte. Mi vida quedaba reducida al alcohol, las apuestas deportivas y los paseos en bicicleta. Y bueno, puede decirse que era feliz, que realmente era lo que siempre había querido. Aunque todos pensaban que era un desgraciado.

El caso es que me había metido en una guerra para la que nunca había estado preparado, pero que siempre había visto venir. Y se agotaban los días y no tenía ni la más remota idea de lo que iba a publicar. Y además no quería que me cortasen la cabeza. Así que fui a pedir ayuda, llamé a un viejo amigo con el que solía editar revistas y hablar de literatura para ver como lo iba a afrontar el.

Me pasé por su casa, el tipo vivía en una de estas nuevas zonas residenciales que hicieron con inhibidores de frecuencia por zonas, pensadas para que los niños no perdiesen su cabeza a las primeras de cambio con los bombardeos mediáticos. Roberto, así se llamaba, tenía 4 hijos, y se ganaba la vida en el ultimo periódico de los antiguos que quedaba en todo el país, "Papel". Seguía siendo un romántico.
Tras ponernos al día le expliqué la incomoda situación en la que estaba. Primero se ofreció a ayudarme nombrándome ante sus seguidores, cosa a lo que me negué tajantemente, puesto que la volatilidad era regla primera en las redes, y yo no quería perjudicar a un padre de familia.
Después, tras bebernos un par de botellas que yo había llevado para la ocasión y barajar un montón de escapatorias posibles, no se qué pasó que acabamos hablando de versos con garra y frases con fuerza, y poco a poco fue apareciendo en mi cabeza de nuevo la idea del gran genio loco. Mi yo poeta no había muerto, sólo estaba durmiendo el muy cabrón.

_Eres uno de los grandes, lo sabes.
_Soy el mejor, joder.

No había tiempo que perder. Salí corriendo de allí como llevado por el diablo y jesucristo en un tándem con sidecar. Lo tenía muy claro, iba a publicar y lo iba a hacer a lo grande, con un poema. Los antiguos poemas de rima libre que tanto me gustaban y que habían desaparecido de todas partes. Yo los iba a recuperar y no solo no iba a perder mi vida, si no que iba a renacer como un artista mundial.
Y aquello fluyó.



Pistachos, patos ruines,
yo
y yo?
yo que te diría
que siento
que presiento
azul, albahaca, amanecer.
Ríos de risas de rosas de ratos
Y podré
sentir
sentirlo
hoy
FUGAZ.

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