Cuando cumplí cierta edad decidí que debía hacer algo bueno
por la humanidad. Así que conseguí uno
de esos carritos para vender fruta.
Llené el carrito con bolsas de odio y dolor y mierda, e iba por los pueblos y
ciudades repartiendo bolsas con odio y dolor y mierda dentro. La gente los recibía con alegría y
entusiasmo porque pensaban que eran bolsas con deliciosos melocotones frescos
de temporada. Pero dentro no había más que odio y dolor y mierda y un poquito
de sangre.
Abrían las bolsas con una sonrisa, luego les explotaban en
la cara y les hacían toser para luego vomitar, y les ensuciaban la ropa y el alma.
Desde entonces todos quieren verme muerto.
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